«Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña»
Esta frase habla de la capacidad de adaptarse ante las adversidades, de la ductilidad. Es bienintencionada (aunque peligrosa porque incluye la palabra Mahoma) pero, lamentablemente, no me describe ni me representa. En mi caso debería ser «Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma se queda paralizado y con ansiedad». La ansiedad es muy desagradable. Los síntomas físicos pueden confundirse con los del infarto: dolor en el pecho y en el brazo izquierdo. Una vez fui a urgencias con esos síntomas, pensando que había llegado mi hora; el médico me dio Alprazolam y me dijo que eran nervios. «Ya sabes que la ansiedad es una cosa mental, ¿no? Que son imaginaciones tuyas. Que no hay motivo para reaccionar así», me dijo. Tuve ganas de pegarle un puñetazo, pero me contuve porque quería el Alprazolam.
«Ande yo caliente, ríase la gente»
Suelo combinar mi vestuario aleatoriamente, así que no es raro que salga a la calle ataviado como un payaso ciego. Muchas veces la gente me mira, y sé que no lo hacen por mi atractivo, sino por mi aspecto. Soy de los que anteponen la comodidad al estilo y prefiero no pasar frío, aunque ello signifique lucir un chaquetón que hubieran rechazado, incluso, los desdichados soldados napoleónicos durante la retirada de Rusia. Sé muy bien lo que es que se rían de ti por tu aspecto. Intento llevarlo con dignidad, pero no me gusta.
«De los cuarenta para arriba no te mojes la barriga»
Acabo de cumplir cuarenta años y, aunque es verdad que estuve varios días sin ducharme, me he mojado la barriga. Quizá haya adultos que sigan a rajatabla esta consigna y puedan llevar una vida más o menos normal. Descuidar la higiene de la barriga no es tan grave como, pongamos por caso, hacerlo con la de los genitales. Es verdad que hay gente con tendencia a acumular pelusilla en el ombligo (no es mi caso). Incluso hay personas a las que el ombligo les huele mal (tampoco es mi caso). He conocido a mucha gente que detesta que le toquen el ombligo (no es mi caso). Quizá es una superstición y tienen miedo de que les roben el alma, como los indios navajos, que creen que si les fotografías, les robas el espíritu (no es mi caso).
«Dame pan y dime tonto»
No me gusta que me insulten. Una vez fui a comprar un croissant a una tienda y el dependiente se mofó de mí ante sus compañeros. Yo hice ver que no lo oía, pagué y me fui. Siempre me he arrepentido de no haberle hecho notar que él llevaba la bragueta abierta. Tendría que habérselo dicho para dejarlo en ridículo ante sus compañeros y haberme ido sin comprar el croissant.
«Perro ladrador, poco mordedor»
Esto es radicalmente falso. El invierno pasado acompañamos a mi tía a su casa. Vive con seis docenas de perros, la mayoría de ellos enanos y oligofrénicos. Uno de ellos, especialmente esmirriado e hiperactivo, no paraba de ladrar. De repente, me pegó un mordisco en el tobillo y, no contento con eso, luego le mordió el tobillo a mi madre. Al día siguiente fuimos al médico, por miedo a que nos hubiera transmitido la rabia o algo peor.
«No hay peor sordo que el que no quiere oír»
Tuve un vecino, Mingo, sordo como una tapia. Cada vez que me lo encontraba en la escalera intentaba comunicarme con él a base de alaridos atroces, pero no había manera. «¡BUENOS DÍAS! ¡¿QUÉ TAL?!», le decía yo. «El perro [ininteligible] escalera [ininteligible] foto», contestaba él.
«Todos los caminos conducen a Roma»
Hace años estuve con mi señora en Roma, la Ciudad Eterna, la Roma de Italia. Si bien es cierto que fuimos en avión y nuestro camino sí nos condujo a Roma, creo recordar que había muchos vuelos con otros destinos: Madrid, Frankfurt, Tenerife, Madrid otra vez, Palma, Papeete… Lo que sí puedo afirmar rotundamente es que no todos los caminos en Roma llevan al mismo sitio; queríamos visitar un edificio bonito cuyo nombre no recuerdo y, tras consultar el mapa, nos perdimos. Mi señora insistía en que preguntásemos a un lugareño, a lo que yo me negué, obviamente. Tras vagar por calles sin interés paisajístico, mi señora me recriminó que «nos habíamos salido del mapa». Fue una tarde dura para la convivencia.
«A quien madruga, Dios le ayuda»
Soy agnuéstico.