Tirana, Albania
Puerto Príncipe, Haití
Historia de España: los orígenes
El universo se creó hace unos 13.700 millones de años cuando Dios explotó (lo que se conoce popularmente como Big Bang). Aproximadamente 10 minutos después ya se había formado el Espíritu Nacional Español y, lo que es más importante, se ponían las sólidas bases para el desarrollo de la Constitución de 1978.
En aquellos tiempos remotos el universo era denso y caótico, como una sopa de átomos. Pero poco a poco, gracias a la raza y a la furia, algunos de los átomos se fueron ligando formando una proto-España. No en vano historiadores como Amando de Miguel, Pío Moa o César Vidal afirman que España es la nación más antigua de Europa. Mis estudios indican que no sólo de Europa sino del universo. Más antigua que la formación de las galaxias y, por supuesto, mucho más antigua que la Tierra.
Mientras los demás átomos, que debían formar nebulosas, galaxias y otros cuerpos, continuaban formando un caldo displicente, los átomos españoles rugían con fuerza, se ordenaban y se organizaban con auténtico fervor patriótico. Quizá para algunos científicos «ortodoxos» pueda sonar exagerado pero los átomos españoles tenían prisa por formar España.
Según el historiador Stanley G. Payne, los átomos españoles están compuestos de electrones, protones, neutrones y quarks, como los patriotones, constitucionalistones o carlinos, además de sus correspondientes antipartículas: masones, separatistones, comunistones y maricones.
Gracias a la casta de la fuerza nuclear débil, las antipartículas se convirtieron en partículas nacionales o fueron destruidas por fotones llenos de garra y de gallardía.
El resto del universo continuaba a la deriva pero eso no era óbice para que los átomos españoles siguieran con su particular Cruzada. Se combinaron formando moléculas de casta y de hombría y, en pocos miles de años se había formado prácticamente Covadonga, a la que los científicos se refieren como La Cuna de España. Los átomos patrios, llenos de orgullo, adquirieron propiedades hasta entonces inauditas, como la dualidad onda-partícula y, haciendo caso omiso de las presiones universales respecto al principio de incertidumbre de la mecánica cuántica, continuaban la magna obra de la Construcción Nacional. La aparición de Covadonga en el universo creó un campo gravitatorio suficientemente estable para que a su alrededor pudieran formarse la Catedral de Burgos y El Escorial.
En un par de millones de años la Nación Española era una realidad, la reserva espiritual de la galaxia (que aún se hallaba en estado embrionario). Viendo que todo aquello era bueno, el resto de átomos se fueron concentrando alrededor de España y así se formaron la Tierra y el Sol.
La aparición de los aminoácidos y de las primeras formas de vida, como bacterias, protozoos y Rodrigo Díaz de Vivar era tan solo cuestión de tiempo. Pero eso ya es otra historia.
Carta de un inspector de Hacienda a los tripulantes de la Estación Espacial Internacional
Estimados señores William S. McArthur, Jr. y Valery I. Tokarev:
ante todo quisiera agradecerles su hospitalidad y colaboración durante la inspección. Mi estancia en la ISS fue inolvidable y deliciosa. Sin embargo me veo obligado a señalarles una serie de gastos, en mi opinión injustificados, que deberían formalizar lo antes posible mediante la presentación de factura o ticket correctamente sellado.
2 paquetes de pilas AA
1 rollo de papel Pinocho
6 cartones de tabaco
unas gafas de sol
1 ticket de parking
1 cartucho de impresora
1 bolsa de «barrecha»
2 estropajos de cocina
2 juegos de toallas
3 riñoneras
2 partidos de fútbol de pay per view
1 anillo de pedida
1 guía de carreteras de Portugal
2 paquetes de arroz
2 frascos de rimmel
1 funda nórdica
2 juegos de cuchillos de queso
1 raqueta de bádminton
1 lata de cat-chow
medio kilo de gambas
3 imanes de nevera
1 mini-moto de 80cc
2 bombillas halógenas
3 pares de botas camperas
1 poncho
Confusión, sonrisas y lágrimas
Confusión, sonrisas y lágrimas.
Esta mañana no ha hecho falta que Pitín y yo desmontáramos la tienda de campaña en la que nos alojábamos interinamente pues nos la habían robado durante la noche. Cuesta imaginar a quién pueden interesar los barrotes metálicos a que había quedado reducida después que unos vándalos nos la quemaran varios días atrás, aunque en estos tiempos de precariedad cualquier bien ajeno es preciado.
Quizá los ladrones han aprovechado que Pitín y yo hemos andado ocupados defendiéndonos de los chuchos que sobrevivieron al bombardeo de la perrera que, famélicos sin duda, intentaban masticarnos los tobillos y otras partes del cuerpo. Hubiéramos zanjado el asunto con menos dificultades si la carta municipal pro-derechos de los animales no castigara con prisión cualquier gesto hostil contra los perros.
En todo caso Pitín y yo hemos recogido nuestros dispersos objetos personales y hemos tomado un taxi para ir al hotel donde se aloja toda la prensa.
El taxista ha resultado ser un inmigrante que vino a la ciudad huyendo del mundo rural y, por lo que parece, su situación desde entonces no ha hecho más que empeorar. Según él, en esta región Separatista, los taxistas son poco más que esclavos, acribillados a impuestos y multas, parias que ven impotentes cómo los líderes políticos lavan el cerebro de sus hijos y los transforman en máquinas que denuncian a sus padres por cualquier minucia.
Mientras escuchaba su sangrante relato he observado con inquietud que volvíamos a pasar por tercera vez por el mismo sitio. Después de poner a caldo al ayuntamiento, a las autoridades Separatistas, a los funcionarios, a los profesionales liberales, a los trabajadores por cuenta ajena y a varios cantantes de éxito nos ha preguntado a dónde nos tenía que llevar.
Al cabo de un rato hemos pasado por un barrio periférico donde eran evidentes los estragos causados por los bombardeos. Varios edificios en ruinas y socavones por toda la calle. Sin embargo el taxista nos ha informado que allí no había caído ninguna bomba sino que era culpa de una explosión provocada por una anciana que había encendido un puro junto a una bombona de butano. Según parece, los socavones son fruto de las obras de mejora del metro, que ya se han llevado por delante varias manzanas.
Tras recorrer muchos kilómetros de forma francamente aleatoria hemos llegado al hotel Le Royal. El precio de la carrera me ha obligado a extenderle al taxista un cheque. Lo ha cogido y ha salido de allí pitando.
En recepción, una nube de periodistas departía en corrillos. Nos hemos acercado a recepción y la señorita del mostrador nos ha asignado la habitación 1714. Un poco sorprendido le he preguntado si nuestra cadena no había pagado por dos habitaciones individuales y me ha respondido que no y que hiciéramos el favor de pagarle en metálico y por adelantado.
Mientras cavilaba sobre qué tipo de malentendido se podía haber producido para que la cadena no hubiera previsto nuestro alojamiento la señorita me ha informado de que, dada la coyuntura, no aceptaban moneda nacional pero que podíamos pagar en dólares, en libras esterlinas, en sucres, en dongs o en maravedíes.
Mientras subíamos en el ascensor Pitín y yo hemos guardado un ominoso silencio.
He perdido el sorteo para ver quién de los dos se quedaba con la cama individual y quién con el plegatín. He aceptado la derrota con deportividad pero me han dolido las muestras de júbilo excesivas de Pitín, sobre todo los cortes de mangas mientras gritaba: “Toma, toma, toma”.
Durante toda la tarde he estado preparando la crónica para el informativo de la noche y no he salido de la habitación. Sin embargo Pitín ha ido a la azotea, a buscar la localización idónea para la conexión y se ha llevado el bañador, la toalla y las gafas de sol.
Hacia las ocho, no habiendo regresado mi cámara, he decidido hacer las pertinentes pruebas de vestuario para la conexión en directo. Entonces he caído en que aún nadie nos había subido el equipaje a la habitación.
Ligeramente molesto he bajado a recepción para averiguar qué pasaba y la señorita me ha informado de que la normativa municipal prohíbe explícitamente cualquier trabajo denigrante, como subirle las maletas a un par de pelanas.
He localizado nuestro equipaje en el hall. Los periodistas de Reuters estaban jugando al fútbol con él. Afortunadamente ninguno de los bultos había sufrido desperfectos y he conseguido arrebatárselos y arrastrarlos hasta el ascensor. Los periodistas han continuado el partido con una lámpara de alabastro, aunque me interesa relativamente poco.
Tras varios viajes he conseguido introducir todo en la habitación: seis maletas mías y los catorce baúles de Pitín. He recordado que debo llamar al aeropuerto para ver si ya ha aparecido la bolsa de viaje que me extraviaron. Espero que no me hayan tocado los esquís.
En esto ha llegado Pitín y me ha informado que la cadena ha suspendido nuestra crónica en directo porque esta noche televisan un resumen de lo mejor de la Final Four de la Euroliga.
He ido a llorar al lavabo un rato.
Ni siquiera he acompañado a Pitín a cenar. Me he quedado montando el plegatín. Mañana será un día intenso y tendré que estar fresco para entrevistarme con los militares del Ejército Nacional.
Mientras hago una pausa para evaluar qué estoy haciendo mal con el plegatín rebusco en mi equipaje y me enchufo el iPod para que el bueno de Phil Collins me temple los nervios y, de paso, ahogue los aullidos de los perros.
¡Qué a gusto voy a dormir esta noche! Una cama blanda y un sueño reparador.
Confusión, esfuerzo y melancolía
Confusión, esfuerzo y melancolía.
Desde las colinas que rodean la capital Separatista la artillería del Ejército Nacional sigue bombardeando sin tregua. La novedad es que hoy, por fin, han acertado. Por culpa de una heterodoxa interpretación del Sistema Métrico Internacional, hasta ayer, el fuego de mortero había ido a parar al mar y, a su vez, los obuses caían sobre la artillería de mortero, lo cual mellaba innecesariamente la moral de la tropa.
Hoy, sin embargo, el General de Brigada ha informado que los misiles guiados por láser han destruido tres objetivos militares estratégicos: una peluquería unisex, un circuito de motocross y la perrera municipal.
Todo buen reportero de guerra sabe que las batallas más cruentas son las de cifras. Uno debe vacunarse contra la desinformación y desconfiar de lo que dicen los mandos. Sin ir más lejos, según el parte oficial del Ejército Nacional el número de bajas en sus filas es cero. En cambio otras fuentes más fiables apuntan a 117: Dos por meningitis, uno por difteria, tres por disentería, uno por cólera, diecisiete por suicidio, cincuenta y dos por fuego amigo, tres por reyerta, seis por homicidio, dos por ataque de gato montés, cuatro por muerte natural, cinco extraviados y doce deserciones.
Hacia mediodía un aparato no identificado ha causado el pánico entre la población civil al sobrevolar la ciudad. Inmediatamente ha salido en su persecución un helicóptero de Tráfico tripulado por varios miembros de la Guardia Urbana que iban armados con material antidisturbios. Finalmente el intruso ha sido abatido y se ha podido comprobar que se trataba de un ultraligero pilotado por un particular. Éste ha afirmado que, en cuanto abandone la UCI, presentará una denuncia por lo civil.
El alcalde ha hecho un llamamiento a la calma y a la resistencia pacífica en una intervención televisada. Ha insistido en que los ciudadanos deben estar más unidos que nunca y que entre todos “daremos una lección de civismo y convivencia a los invasores. Sin duda”, ha añadido, “esto les hará recapacitar y depondrán las armas”. Las palabras vehementes del alcalde han sido acogidas con tibieza por la opinión pública, ya que el discurso lo ha hecho enfilando la escalerilla de su jet privado.
Los Separatistas siguen reclutando milicianos: según fuentes oficiales ya se han presentado 15.000 voluntarios. Según fuentes extraoficiales los 15.000 voluntarios han sido reclutados a punta de pistola.
Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que el potencial ofensivo de la Milicia es escaso a todas luces. Quizá se deba a la tradición dialogante y pacífica de esta región Separatista o quizá a una escandalosa imprevisión. En todo caso se ha procedido a inventariar el arsenal disponible:
Tres pares de guantes de boxeo, una katana y unos nunchakos gentileza del gimnasio Cuñados kickboxing.
Una casaca, un par de espuelas y una bayoneta torcida del Museo Municipal de la Paz (antes Museo Municipal de la Guerra)
Dos armaduras y un trozo de yelmo del Museo de la Paz Medieval (antes Museo Medieval)
Una bomba sin detonar de la última guerra civil guardada en el relicario de la Catedral de Santa Eurídice.
Varias docenas de puños americanos, armas blancas y pistolas de fogueo de bandas juveniles latinoamericanas.
Sesenta kilos de napalm casero fabricado en la trastienda de un supermercado pakistaní.
Seis minas anticarro donadas por una ONG.
En vista de lo roñoso del arsenal, y aprovechando que el equipo de baloncesto local se encuentra en Croacia disputando la Final Four de la Euroliga, la Milicia les ha pedido que, si es posible, se traigan para casa no sólo la copa de campeones de Europa sino también armamento pesado, rifles de asalto, munición de todo calibre, granadas de mano, alambre de espino y varios helicópteros Apache.
Por otra parte mi cámara Pitín y yo hemos recibido buenas noticias: nuestra cadena de televisión está solucionando el problema con la reserva en el hotel de la prensa. De momento vamos tirando en la tienda de campaña, aunque desde que unos vándalos nos la incendiaron anteanoche no puedo pegar ojo.
La conexión en directo que teníamos prevista para el informativo nocturno ha sido cancelada a último momento. Se ve que el partido de la Final Four se ha alargado más de lo previsto.
A esta hora de la noche las calles están desiertas a causa del toque de queda. Sólo se oyen esporádicas detonaciones en la lejanía y el constante aullar de los supervivientes de la perrera, que deambulan desorientados por esta bella ciudad asediada.
Expressions populars que no van «quallar»
Aquest nano va pel camí del nyu.
És alt com el germà mitjà de Sant Pau.
Jo cada matí, com un rellotge, parlo en morse amb l’anus.
El pobre fa cara de nadons amb esclerosi.
No l’aguantava més i el va engegar a modelar fang.
La cosa va bé, però no tant com per esquarterar els iaios.
És un sant varó; sempre s’empassa la lleterada.
Va entrar fet una fúria i ens va llençar els US Marshalls per sobre.
Sembla que farà un xàfec de Noè era hidrofòbic.
Després de dinar, la Maria sempre es pela la patata.
«Breve historia del tiempo»: una estafa
Me gusta leer antes de dormir. Es una tradición familiar que nos viene de lejos. De los homo erectus, más o menos. Hace unos días, mientras paseaba por una conocida librería bajo la atenta mirada del segurata, me topé con un libro que me llamó la atención inmediatamente. Prácticamente instantáneamente. Se titulaba Breve historia del tiempo, de un tal Stephen Hawking. El título no me dijo nada, pero ya se sabe que en estos tiempos que corren, los títulos son francamente mejorables y, sospecho, que siempre se redactan a último momento y de mala gana, bajo presión de la editorial y de la imprenta. ¡Qué voy a contarles!: La piel fría (Menudo hartón de pensar), Pandora en el Congo (¿se encontrará con Tin-tín?), La plaza del diamante (¿apología antiglobalizadora, quizás?). En fin, la lista es pesada e interminable. Por suerte este libro, Breve historia del tiempo, llevaba subtítulo (una pedantería, por otro lado): «del big bang a los Agujeros negros». En la portada una especie de fenómeno meteorológico que rápidamente reconocí: el famoso tornado Katrina. Y até cabos: Katrina + big bangs = Nueva Orleans. Lo que no me acababa de cuadrar era eso de «agujeros negros». Los buenos músicos de jazz son negros, pero, ¿por qué «agujeros»? ¿Una referencia al sexo anal, tal vez? Siempre he detestado Nueva Orleans. La encuentro una ciudad cargada de supersticiones, prejuicios, vudú y un carnaval de lo más escandaloso. En cambio me encantan las big bangs y todo el jazz en general y hay que reconocer que en Nueva Orleans había muy buenas big bangs. Decidido. Ya tenía lectura para aquella noche.
Una vez en casa me puse el pijama y me acosté, impaciente para ver de qué iba aquel libro que, a priori, reunía dos alicientes apetitosos: el jazz y la destrucción de Nueva Orleans.
Pero nada más abrirlo se me cayeron las almas al suelo. Vi la fotografía del autor en la solapa. ¡Madre santa de Dios! El tal Stephen Hawking es un émulo del tal Ramón Sampedro (aquel caradura que sacó un libro con una foto idéntica al cartel de Mar Adentro). ¿Me habían engañado? ¿Qué puede explicar sobre jazz un tipo que, evidentemente, no podía tener el más mínimo sentido del ritmo más allá de en las pestañas? ¿Era otra apología de la eutanasia, tan en boga últimamente? Pues sí. El libro comienza con un prólogo del célebre parapsicólogo Carl Sagan. Me lo salto sin remordimientos. No quiero charlatanería New Age de chamanes de medio pelo.
Capítulo I. El tal Hawking comienza su panfleto hablando, nada menos, que del ¡universo! Los enormes espacios siderales y todos esos topicazos. Por un momento pensé que el autor era argentino. La novela sigue con la peor descripción de Nueva Orleans que he leído jamás: vaguedades sobre «átomos» y «expansión a lo largo del tiempo». Calma. Démosle un margen de confianza. Un tipo que ha escrito un porrón de páginas con un lápiz en la boca se merece un cierto respeto. Van pasando las páginas. No pillo nada. Supongo que debe tratarse de una introducción. En la sexta página, al final, aparece el que supongo debe ser el protagonista, un tal Newton. El tipo trabaja… ¡mirando por telescopios! Estoy a punto de tirar el libro contra la pared, indignado por esta tomadura de pelo, pero me reprimo. Los vecinos ya me han advertido que les molesta el ruido de los libros contra la pared. En fin. Soy masoquista por naturaleza. Veamos qué nos dice este pseudo-discípulo de Paulo Coelho. El tal Newton no sólo tiene un trabajo ridículo sino que además es una especie de asceta, que se rige por sus propias normas, concretamente las denomina, arrogantemente, «Tres leyes de Newton». ¿Y cuáles serán estas leyes? ¿Respetarás a la Madre Naturaleza? ¿Serás bueno con la comunidad?
Pues no. Su primera ley viene a decir que si no tiene fuerza se mantiene quieto o camina indefinidamente (????). La segunda también tiene tela: «Si tengo fuerzas cambio de dirección». Y la tercera, la répànoiche: «Si me empujan, yo la devuelvo». ¡Carambitas! Pues resulta que un psicótico de este calibre tiene amiguitos: un tal Kepler y un tal Einstein (vaya, qué original). Lo más demencial es que Kepler ¡también trabaja en el tema de los telescopios! Y yo me pregunto, ¿desde cuándo Nueva Orleans ha sido el epicentro mundial de la astronomía? ¿Eh? Que me lo expliquen, porque me parece que aquí alguien está dejando volar la imaginación un poco más de la cuenta. Juro que si el otro, el Einstein también se dedica a los telescopios, cierro el libro y se ha acabado. Pues bien. Por suerte el Einstein este trabaja de oficinista… en Berna, nada menos. Será que les ha ido a visitar, supongo, de vacaciones. Las siguientes páginas son totalmente decepcionantes, con más descripciones nocturnas de Nueva Orleans. Stephen Hawking entra en detalles absolutamente prescindibles, como de qué están hechas las estrellas que se ven en el cielo de Nueva Orleans.
Me salto los dos capítulos siguientes, por repetitivos y crípticos. Voy directamente al capítulo cuatro: Big bang. Vamos al tema jazzístico, que es lo que me interesa. Quizá no tendría que haber obviado dos capítulos porque ahora salen nuevos personajes, un tal Roger Penrose y un tal (agárrense bien) Stephen Hawking. No doy crédito. ¿Puede que este tipo sea tan caradura como para salir en su propia novela como personaje? Pues sí, y no sólo eso. Él y Penrose descubren una big bang en un lugar muy alejado del «universo» (sic) y la presentan al mundo hasta que todo el mundo la acepta y se hace famosa. Deben ser una especie de managers o productores musicales, supongo. Aquí empiezo a temblar. El autor se prepara para describir cómo actúa la big bang.
A ver si, como mínimo, tiene algo de idea de jazz. Dice que al principio estaban concentradísimos y que había una gran masa en un espacio muy pequeño (una manera rebuscada de decir «un garito a reventar») y de repente… una explosión gigante. (¡!) (¿?) Unos tíos, desde el monte Palomar, ni más ni menos, ven esa explosión, como no podía ser de otra manera, ¡con un telescopio! Ignoro completamente el simbolismo del telescopio pero creo rotundamente que me estoy perdiendo algo. Lo que sigue es confusión. Tras el atentado la big bang se separa «en todas direcciones» (sic). Aunque parezca increíble, después hay páginas y más páginas donde se insiste una y otra vez con los telescopios. De Newton y toda la pandilla, ni rastro. En cambio, por la patilla, hace aparecer a una especie de tribu urbana o secta peligrosa y secreta (supongo) llamada los «quarks».
¿Explica el autor qué relación hay entre estos tipos y la malograda big bang? No. Sólo dice que los «quarks» son difíciles de cuantificar y que cuando se los enfoca con luz, se marchan. Muy bien. Queda claro. Veladamente está hablando del Ku Klux Klan. ¿Son ellos los que pusieron la bomba en el garito donde tocaba la big bang? No, si al final todavía tendrá sentido.
Entonces Hawking, sin venir a cuento, pone en marcha una subtrama romántica forzada a todas luces. Nos empieza a hablar de la atracción irresistible entre dos «quarks». Y, ¡sorpresa! Tenemos noticias del amigo de Newton, el señor Einstein. Escribe una carta desde Berna diciendo que el tiempo es relativo y la distancia también y todos esos tópicos de enamorados. Pero… ¿de quién está enamorado? ¿De Newton? Pues posiblemente, porque entonces Hawking nos habla de Newton, pero sólo dice que su estado es de gravedad. ¿Ha enfermado de amor? Ni flowers.
Sin dar más detalles nos recuerda que la big bang se sigue separando cada vez más y que, aunque es relativo, se encuentran con un mecánico, el señor Planck, que regenta un taller que se llama «mecánica cuántica» con un socio que se llama Heisenberg y que, al parecer, no es buena pieza, ya que en principio dice que todo es incierto y es incapaz de decir dónde están los coches y a qué velocidad van. Huelga decir que aquí ya renuncio a encontrar cualquier tipo de lógica a la novela. La curiosidad por ver si el amigo Hawking es capaz de resolver este desaguissé es más fuerte que el sueño. Vuelve a aparecer Einstein, que esta vez se va de vacaciones en el desierto de Nevada con un muchacho (¿un chapero?) llamado Oppenheimer. En medio del desierto hacen pruebas nucleares. Newton, celoso, se marcha al siglo XVII, donde encuentra trabajo a cargo de la corona británica y rehace su vida. Einstein, Oppenheimer y Planck (el del taller) discuten en medio del desierto porque uno dice que no quiere jugar a los dados con Dios. Kepler, a su bola, mira por el telescopio las órbitas de los planetas sobre Nueva Orleans. La big bang dice que un día volverá a juntarse en el mismo punto de donde salieron y formarán un grupo nuevo llamado big crunch. Fin. Y yo me pregunto, señor Hawking big crunch, ¿no sería más provechoso para la Literatura que usted se hubiera dedicado a la petanca paralímpica?
La maledicció del pallasso
M’he adonat que estava trist, que no tenia cap ganes d’escriure coses divertides sobre deficients. M’he sentit trist perquè em sento sol.
M’he sentit trist perquè fa dies que no veig la meva senyora, principalment perquè tinc molta feina i, en part, perquè vam tenir una discusió monumental.
M’he sentit trist perquè l’altre dia em van donar una notícia francament desagradable sobre una persona que estimo.
I per això m’ha fet pena veure un paio pàl·lid i en calçotets, amb el cigarret a la boca, maleint interiorment el món i sa puta mare.
El paio segut davant l’ordinador ha vist un comentari al seu blog:
«Senyor Perelló, per llegir coses culturals ja tenim altres blogs. A vostè el volem tal com és. No fa falta que aparenti el que no és».
Llavors m’he acostat al paio en calçotets. En veure’m s’ha espantat. Li he dit: «No aparentis el que no ets» i ell, no gaire inspirat, m’ha preguntat: «I què sóc?». Li he passat la mà pel cabell i tots dos ens hem sentit francament violents.
Vesti la giubba e la faccia infarina.
La gente paga e rider vuole qua.
E se Arlecchin t’invola Colombina,
ridi, Pagliaccio… e ognun applaudirà!
Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto;
in una smorfia il singhiozzo e’l dolor…
Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore in franto!
Ridi del duol t’avvelena il cor!
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