Publicado originalmente en El Mundo Today.
Confusión, bombardeos, melancolía. Estas tres palabras recorren Pyongyang como un espectro (metáfora).
Agradezco otra vez a los editores de El Mundo Today el sentido del deber que han demostrado enviándome a la capital de Corea del Norte y el sentido del humor del que hacen gala, pues, sin que me diera cuenta, llenaron mi maleta de propaganda anticomunista, folletos con jocosos comentarios sobre el aspecto de patata del líder Kim Jong-un y una gran pancarta con el lema «LENIN, MARX, KIM IL-SUNG: PERROFLAUTAS». No pongo en duda el buen humor y la capacidad autocrítica de los coreanos del norte pero, para evitar posibles malentendidos, me encerré en el lavabo del aeropuerto y me comí los folletos, la propaganda y la pancarta antes de pasar por la aduana.
La tensión entre las dos Coreas vuelve a resurgir por vigesimonovena vez en lo que llevamos de mes. Pero esta vez parece que va en serio, por decimoquinta vez consecutiva. Día sí día también los altercados en la frontera se suceden: los soldados de ambos bandos se intercambian miradas de reproche e, incluso, palabras gruesas.
Pero estos últimos días la cosa se ha puesto seria: intercambio de fuego de artillería. Y no precisamente cordial. Los del Sur dicen responder a las provocaciones de los del Norte y los del Norte dicen responder a las provocaciones de los del Sur. La conclusión es clara: alguien va por ahí provocando y no es fácil tomar partido por ninguno de los dos bandos, ya que los dos son muy graciosos.
El régimen de Pyongyang ha disparado varios misiles hacia aguas territoriales de Corea del Sur. Y eso es inadmisible, señores. Un ejército jamás debe atacar a la población civil, y mucho menos a la población de sardinas, anchoas, cocodrilos y otros peces. Es vergonzosa la pasividad de las asociaciones europeas de pescadores, que aún no han condenado este genocidio
La estrategia de Kim Jong-un parece clara: arrasar el fondo marino de sus vecinos y arrastrarlos a la hambruna o, al menos, a una dieta pobre en Omega-3. Algunos analistas creen que estos bombardeos al mar pretenden destruir la moral del enemigo a base de salpicaduras. No olvidemos que en Corea del Sur hay muchas fábricas de teléfonos móviles, y las salpicaduras en las pantallas pueden dejarlos inservibles.
El gobierno de Seúl no se arruga y responde con más fuego de artillería, pero esta vez los misiles caen en tierra. Y eso es peligrosísimo. Los socavones pueden llenarse de agua en la época de lluvias y provocar que alguien resbale y se tuerza el tobillo al caer en ellos. Las asociaciones excursionistas callan, y eso los convierte en cómplices de la barbarie.
El ambiente en Pyongyang se ha enrarecido. El espíritu dicharachero y jovial de sus habitantes se ha vuelto taciturno, gris y monótono. Si la ONU no para estos bombardeos mutuos puede que acaben provocando un accidente o una guerra entre dos ejércitos con el mismo tono de piel, lo cual resultaría intolerable.
Creo que el lector ya habrá intuido cuál es mi conclusión: un referéndum en Cataluña sería inconstitucional.